Escribe: Sire Martínez.

VERDE ESPERANZA


Conocí a Gustavo Puente Avellaneda en Muruhuay, su tierra natal, logrando apreciar la magia que extraía de los colores y de la vida en sí. Contaba en aquél entonces, con numerosos propósitos en diferentes materiales; había plasmado la sierra infinita y la vida del mundo andino sobre la piedra, sobre la tela, sobre el alma. Me encandiló la destreza de sus manos, de sus sueños y de su corazón variopinto como la wayunka.

Pero desde el primer momento, le pedí que lleve su mirada a la selva a fin de que pueda captar, con esa sensibilidad extraordinaria y su mirada de paz, la vorágine y exuberancia del manto verde de esta región.


Acompañé, cual niño con juguete nuevo, en su recorrido por la Selva Alta del Perú y no puedo menos que estar agradecido por la bondad de sus palabras, la audacia de sus pinceles, pero sobre todo por el prístino humanismo de sus concepciones.

Puente Avellaneda ha girado sobre sus propios ejes y ha emprendido la aventura que le retó la selva: captar el color de la esperanza en cada nuevo amanecer.

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